Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Aprendiendo de la sabiduría de nuestros héroes literarios

Published agosto 7, 2014  | Available In English

En nuestro mundo del ciberespacio actual, hoy en día las bibliotecas están ubicadas en tabletas y ordenadores portátiles. Las copias impresas aún están disponibles, pero las versiones electrónicas están encontrando rápidamente una gran  audiencia. Actualmente podemos obtener libros por Internet al instante y leerlos casi al mismo tiempo que están disponibles.

Cuando asistí a la escuela secundaria del seminario en la Arquidiócesis de  Chicago durante mi adolescencia, leí el compendio completo de los relatos cortos de Don Camilo, un libro sobre  un sacerdote italiano de la posguerra, cuyo ministerio pastoral fue al mismo tiempo muy divertido e interesante. Los 347 relatos cortos de Giovannino Guareschi, fueron recopilados finalmente en ocho manuscritos, y yo no podía esperar hasta que una nueva traducción de esta antología estuviera disponible en inglés. Siendo un hombre joven que en ese entonces se preparaba para convertirse en sacerdote, encontré en Don Camilo un verdadero héroe de cierta importancia.

Hoy, después de más de 41 años de sacerdocio, todavía logro encontrar que muchas cosas sobre ese héroe literario de mi adolescencia, continúan siendo pastoralmente útiles. Don Camilo sirvió como sacerdote en un pueblo semificticio del norte de Italia; y trabajó allí, más en contra que a favor de Pepón, el alcalde comunista del pueblo. Los conflictos entre Camilo y el político fueron frecuentes pero casi nunca insuperables. Pepón y Don Camilo rara vez estaban de acuerdo frente a las situaciones, pero finalmente encontraban formas de colaborar.El respeto mutuo y quizás incluso el afecto de estos adversarios estuvo siempre implícito claramente en estos relatos.

Don Camilo hablaba regularmente con el Señor crucificado de su iglesia, y aún más importante, escuchaba la sabiduría proveniente del Cristo en el crucifijo. Él, era un hombre de oración—un hombre de fe impetuoso. Pepón era el alcalde comunista electo del pueblo, pero en su propia manera astuta, nunca abandonó por completo su fe católica, incluso cuando profesaba su ideología comunista irreligiosa. Ambos formaban una gran pareja de personajes contradictorios.

Las relaciones Iglesia-Estado durante la posguerra italiana eran a menudo tensas. A veces surgían conflictos serios, pero Don Camilo y Pepón lograban respetarse el uno al otro y encontrar formas mutuas de coexistir, incluso cuando se lanzaban ataques entre ellos. Una de las bendiciones más grandes del mundo de la literatura es que puede tocar muchos temas serios de manera ligera.

El mundo del ciberespacio plantea muchas dificultades graves que el mundo de la copia escrita nunca experimentó. Cada evento es instantáneo y proporciona pocos momentos de reflexión. La Iglesia y el estado en el ambiente de hoy, están a menudo en desacuerdo sin permitir que nos distanciemos de los asuntos apremiantes y con frecuencia careciendo del respeto mutuo que Don Camilo y Pepón lograron mantener. Ambos tienen su propio ámbito de competencia y responsabilidades. Ninguno puede ni debe intentar usurpar o suplantar el papel del otro.

El estado no puede definir ni restringir los deberes espirituales ni la misión de la Iglesia. Pero en tiempos recientes ésto parece estar ocurriendo con mayor frecuencia. Los católicos tienen la obligación de asistir a los pobres, ser caritativos con los miembros marginados de nuestra sociedad y  acoger al extranjero y al migrante. Y nuestra Iglesia debe ser libre para poder cumplir con nuestras enseñanzas morales y éticas en esta búsqueda. La Iglesia Católica en los Estados Unidos tiene una larga y noble tradición de educar, sanar y acoger a los pobres en nuestra tierra, y de defender la dignidad humana del más vulnerable; y así lo hemos hecho con un éxito y una fidelidad admirables.

La libertad religiosa nos permite alcanzar esos objetivos según el mandato del Evangelio y la tradición de nuestra fe. Debemos ser libres no solamente para adorar a Dios en privado sino también en público, para servir al bien común de la sociedad.

El estado debe defender y proteger constantemente los derechos de una sociedad altamente compleja, compuesta de personas de diversas culturas y creencias y  un número cada vez mayor de personas que no profesan ninguna fe.

El estado funciona mejor cuando no es presionado por una denominación religiosa específica. La teocracia nunca ha demostrado ser un orden social muy feliz. Ya sea que el estado este sujeto a la Iglesia católica, la luterana, la islámica o a cualquier otra religión, la posibilidad de que ocurran actos opresivos contra aquellos que profesan otras religiones es real. Sucedió en España en el siglo  XV contra los ciudadanos judíos y musulmanes, en Alemania en el siglo XIX contra los ciudadanos católicos y tiene lugar hoy cada vez más, en los países bajo la influencia del islamismo donde la gente que escoge otra religión diferente al islamismo, puede enfrentar la pena de muerte, o verse forzada a convertirse o a huir.

La historia proporciona muchos ejemplos donde el estado alineado con una sola religión ha perseguido a aquellos cuya fe era diferente.

Don Camilo y Pepón, en el pequeño mundo semificticio que compartieron, fueron capaces de negociar para encontrar una solución a la mayoría de sus dificultades. Como un hombre joven me entretuvieron con sus travesuras; como un sacerdote y un obispo en el mundo de hoy, desearía que ambos estuvieran presentes para guiarnos en la actualidad.